NOCHE
Solitarios, ciegos, sin poder andar
sin lanzar un grito a la penumbra,
los días ciñen la orfandad
que el lejano creó como dádiva resuelta.
Con los labios cansados de rendirse a las estrellas
ella mece entre sus dedos una tiza muerta,
escucha el sordo latido del cielo,
acaricia el viento oscuro que lamenta;
besa el conocido sabor del yermo mundo,
y entonces llueve,
llueven las certezas como enredaderas.
Anegada de palabras en desvelo
vuelca el ávido temblor enmudecido,
abre el vientre al dolor al vértigo al poema
al deseo sin lunas sin féretros sin miedo
de otra noche sin música que empieza.
POR: ARJÉ
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