DEL EXTRAÑAMIENTO
Las nociones de extrañamiento y descolocación están íntimamente ligadas a la actividad lúdica del individuo. Por ejemplo, Julio Cortázar se refiere a sí mismo como alguien que escribe por descolocación, por cierta falencia que lo obliga a una búsqueda, incesante persecución del entendimiento a través de un discurso que genere en el lector esa misma búsqueda y, a la vez, el goce estético que en el caso peculiar de sus textos , consiste en lo que él llama extrañamiento:
Mucho de lo que he escrito se ordena bajo el signo de la excentricidad, puesto que entre vivir y escribir nunca admití una clara diferencia; si viviendo no alcanzo a disimular una participación parcial en mi circunstancia, en cambio no puedo negarla en lo que escribo puesto que precisamente escribo por no estar o estar a medias. Escribo por falencia, por descolocación; y como escribo desde un intersticio, estoy siempre invitando a que otros busquen los suyos y miren por ellos el jardín donde los árboles tienen frutos que son, por supuesto, piedras preciosas.[1]
No se trata de una intención artística, sino de una posición ontológica en que deliberadamente el hombre intenta descubrir las fisuras de lo aparencial, de las sustituciones, abrirse paso por zonas intersticiales; consiste en que el extrañamiento resulte una condición natural para el ser humano, que la vida sea para él una lucha constante en vista de su propia conquista, una suerte de presencia y recomienzo constante, es una disposición abierta y sostenida de una lectura del mundo siempre vivencial y siempre dispuesta a desplazarse, a descentrarse, a descubrirse.
Viktor Šklovskij introdujo el término extrañamiento[2] al dominio de los escritos del formalismo ruso. Lo opuso al automatismo perceptivo[3] que consiste en un reconocimiento del texto poético: “Los objetos percibidos, muchas veces comienzan a serlo por un reconocimiento: el objeto se encuentra delante nuestro, nosotros lo sabemos, pero ya no lo vemos. Por este motivo no podemos decir nada de él.”[4] Šklovskij considera necesario liberar al objeto del automatismo para autentificar así el carácter estético de la lengua poética; se apoya en la idea aristotélica de que la lengua debe tener un carácter extraño, sorprendente.[5]
El extrañamiento parte de la concepción del arte como “un medio de experimentar el devenir del objeto”[6], es decir, que la dificultad y duración de la percepción de la obra artística debe prolongar sus efectos y, para ello, es necesario crear una percepción particular del objeto, crear su visión y no su reconocimiento.[7] Dice Šklovskij: “El extrañamiento se parece con frecuencia a la adivinanza: también mueve de su sitio las características del objeto.”[8] Para él, la cualidad de divergencia reside en el fondo de la percepción estética, un desplazamiento semántico que no importa a qué dirección se dirija sino que se dé.[9] Convertir lo habitual en extraño, como lo visto por primera vez:
El “discurso oblicuo, frenado” del poeta nos restituye la visión fresca, infantil, del mundo. Como la “forma retorcida, deliberadamente obstruida” interpone unos obstáculos artificiales entre el sujeto preceptor y el objeto percibido, la cadena de asociaciones habituales y de reacciones automáticas queda rota: “de ahí que logremos ver las cosas en lugar de reconocerlas simplemente.”[10]
Los obstáculos son la rutina, la costumbre de percibir mecánicamente el mundo, como la gente que vive en la costa acostumbrada al murmullo de las olas, ya ni siquiera las oye, o sea una percepción disminuida que es necesario contrarrestar:
Arrancando al objeto de su contexto habitual, aunando nociones dispares, el poeta da un golpe de gracia al clisé verbal, así como a las reacciones en serie concomitantes, y nos obliga a una percepción más elevada de las cosas y de su trama sensorial. El acto de la deformación creadora restaura la agudeza de nuestra percepción, dando ‘densidad’ al mundo que nos rodea. “La densidad (faktura) es la característica principal de este mundo peculiar de objetos deliberadamente construidos, cuya totalidad llamamos arte.”[11]
[1] Cortázar, Julio. La vuelta al día en ochenta mundos, I. Ed. Siglo XXI, 16ª edición de bolsillo, 1988, México. p. 32.
[2] (Priëm ostranenija) En la traducción de José Fernández Sánchez se utiliza la palabra extrañamiento como lo hace Cortázar; sin embargo, Ana María Nethol lo llama singularización, y Jem Cabanes extrañificación.
[3] Ana María Nethol traduce automatismo, a lo que Jem Cabanes llama automatización.
[4] Šklovskij, Viktor. “El arte como artificio” en Teoría de la literatura de los formalistas rusos. Compilación de Tzvetan Todorov. Tr. Ana María Nethol. Ed. Siglo XXI, 10ª ed., 2002, México. (Crítica literaria). p. 61.
[5] Íbid. p. 69.
[6] Íbid. p. 60.
[7] Íbid. p. 65.
[8] Šklovskij, Viktor. La disimilitud de lo similar. Los orígenes del formalismo. Tr. José Fernández Sánchez. Alberto Corazón Editor, 1973, Madrid. (Comunicación, Serie B, 32). p. 63.
[9] Erlich, Victor. El formalismo ruso. Tr. Jem Cabanes. Ed. Seix Barral, 1974, Barcelona. (Biblioteca Breve, Ciencias Humanas, 374). p. 255.
[10] Íbid. p. 108.
[11] Íbid. p. 253.
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